Las piedras de Ica, las figuras de Acámbaro, el misterio del río Paluxi.
Pocas cosas podrían considerarse más heréticas.
¿Humanos conviviendo con dinosaurios?
¿Existió una raza humana hace 65 millones de años?.
Algunos descubrimientos arqueológicos apuntan a que esto haya sido
posible.
Un desbordamiento del rió Paluxi, en las
proximidades de Glen Rose, en Texas, (EEUU), acaecido en 1908, dejó al
descubierto una serie de huellas de terópodos, un tipo de dinosaurio carnívoro
que se desplazaba sobre sus extremidades traseras.
Los indios que habitaban aquella zona las conocían como huellas de pavo
gigantes.
Los investigadores concretaron más y concluyeron que se trataba de un
acrocantosáurio, un gigante reptil del Cretácico que superaba las dos toneladas
y media de peso y los 40 metros de longitud.
Dos años mas tarde, un grupo de pescadores, hicieron un nuevo hallazgo
en la zona, un nuevo grupo de huellas de dinosaurio junto a otras que, por su
apariencia y aspecto alargado parecían humanas. Esto llamo la atención unos
años mas tarde a Clifford Burdick, uno de los más destacados creacionistas de
la época.
Éste publico en una revista, que en el lecho del rió Paluxi, se habían
encontrado huellas de hombres y dinosaurios. Partir de entonces aquellas
huellas comenzaron a popularizarse, alcanzando esplendor en los años setenta,
aunque solo han sido respaldadas por los creacionistas.
En 1970 un grupo de la universidad de Loma Linda se desplazó al lugar
para estudiar in situ el enigma. A pesar de estar influenciados por un ambiente
creacionista, concluyeron que las famosas huellas humanas no eran tales, sino
marcas erosivas provocadas por aceite o agua que adoptaban el aspecto humano
cuando fueron fotografiadas.
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